… que recordaremos con cariño.
Mi chico pequeño quería que su cumple se celebrara en casa, por aquí se estilan mucho los parques de bolas e hinchables, y que fuera el mismo día de su cumple aunque en Murcia eran plenas vacaciones.
Preparamos una invitación acorde con el tema de la fiesta. El Caballero Guillermo invitaba a sus compañeros Caballeros y Princesas de clase a un Torneo Medieval en su Fortaleza.
Vivimos en una urbanización y nuestra calle cerrada al tráfico es ideal para este tipo de fiestas. Además contamos con unos vecinos muy tolerantes que no se quejan demasiado cuando la llenamos de chiquillería.
Ya había llegado el gran día. Todo estaba preparado: Comida, disfraces, juegos, etc.
La corona para el Rey de la fiesta:
La mesa con todos el vestuario y atrezzo de nuestros invitados
El disfraz de las princesas
El equipamiento de nuestros caballeros cota de maya y espada
Todo preparado para la merienda…
Y el castillo preparado…
La fortaleza
Los juegos y premios para el Torneo Medieval listos…
Empezaron a llegar niños (31 estaban invitados entre compas de clase y primitos), con sus respectivos papás, ponerse los disfraces y a saltar hasta que….
… empezó a llover. Somos murcianos y sabemos que en aquí caen cuatro gotas y vuelve a salir el sol. Pensamos: «esperamos un rato entre la terraza y el salón y en 10 minutos todos fuera otra vez».
Pues no pudimos ni quitar el castillo. El diluvio de Noe, chirimiri al lado del tormentón de dos horas que nos cayó.
Escena: los 31 niños, sus respectivos papás, algún vecino apegado y todos en 30 metros cuadrados de salón y 3’5 de distribuidor, alguno perdido en la cocina, mi santo sentado en la escalera haciendo flores de globos y yo sentada en un baúl haciendo juegos y contando cuentos mientras aprovechaba huecos para reponer la bebida de los padres y la merienda.
Lo peor de todo, teniamos PLAN B: cerca de casa hay un parque de bolas y pensabamos llevarlos si llovía pero caía tanto que ni a los coches podíamos llegar.
Pero los peques son supervivientes natos: unos cogieron juguetes, otros lápices y papeles y otros jugaron a las palmas y las adivinanzas conmigo.
Momo se lo pasó genial, recibió una montaña de regalos, tantos que no era capaz de enterarse de todo. Tuvo a sus amigos en casa y presumió de lo bien que su papá sabe hacer espadas.
Y para terminar, nuestro regalo. Para no variar, tiramos de cuñao artista y nos trajo de TinyToys en Madrid una de las creaciones de Savo and Pomelina: un caballo de tela maravilloso.
Lo ha bautizado como Zafarrancho, en honor a una de sus películas preferidas: Zafarrancho en el Rancho.
Era la finalidad, por lo que mal que bien, objetivo conseguido aunque su mamí hubiera preferido que no hubiera sido tan estresante.
Me pasé toda la mañana siguiente recibiendo mensajes de las madres alabando mi moral alcoyana y mi valentía por meterme en semejante «berenjenal».
Y hasta aquí la crónica de nuestro pequeño desastre.
Mil besos, mil sonrisas
Ana
PD: Tenía pendiente enseñar las chapas que me hicieron las chicas de Piniblú para que Momo llevara a sus compas del cole
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